El mundo de hoy está caracterizado por cambios a una velocidad y escala sin precedentes. Estos cambios se deben principalmente a los avances tecnológicos que han llevado a un crecimiento económico y demográfico sin paralelo en la historia de la humanidad. Dicho crecimiento ha abierto la posibilidad de modificar el entorno en el que vivimos. Por ejemplo, el desarrollo de nuevas tecnologías relacionadas con la agricultura y la producción de bienes, aunque beneficiosa para millones de personas, puede socavar la capacidad de los sistemas ecológicos y sociales para seguir prestando servicios tales como agua limpia, el aire y los alimentos (IPCC, 2014; Calderón-Contreras, 2016), esenciales para sostener el bienestar humano. Dados estos avances tecnológicos junto con el crecimiento de la población, la globalización y el cambio climático, el impacto humano sobre el ambiente está dando lugar a nuevos efectos que son dif̧́iles de prever y podr’ń tener efectos dramáticos sobre el sistema ecológico y, en última instancia, sobre el bienestar humano en general.